¿Alguna vez te has parado a sentir tu respiración? O a mirar las nubes. O simplemente sentarte en un banco en la calle a observar tu entorno. Parar. Qué importante es saber parar, y qué difícil es hacerlo en medio de tanto caos. A todos nos llega la edad de trabajar, de pasar el día fuera de casa con tal de poder mantenernos. Tener comida, agua, techo, luz, un móvil, un ordenador… Son cosas totalmente normales hoy en día, las cuales nos desconectan profundamente de lo esencial.
El Principito tiene una frase muy famosa que dice así:
Solo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos.
Leí el libro de joven, y la verdad que creí entender a lo que se refería. ¿Qué podía ser lo esencial en ese momento de mi vida? Pues las fibras musculares, la proteína, los carbohidratos, las grasas. Entrenar y descansar. Eso fue en ese momento mi esencia. Siempre que iba a entrenar imaginaba a mis fibras musculares trabajando, como si fueran carreteras, y jugaba en mi mente a ordenarle a la proteína que ingería qué zonas de esa carretera había que reparar. Me imaginaba mi intestino haciendo la digestión, sintetizando moléculas de glucosa y quemándolas para darme energía. Como no podía ver la energía, ni las moléculas transformándose, me lo imaginaba y creaba imágenes mentales para acompañar el proceso, y poder «ver» esos procesos invisibles a mis ojos.
El caso es que cuanto más mayor me hago, más sentido le encuentro a esa frase de nuestro pequeño príncipe. Cuantas más horas paso encerrado entre 4 paredes por una obligación necesitada, más sentido le encuentro a mirar con el corazón, y algo que me ha ayudado mucho a descansar, reponer energía y detectar qué necesito, es no hacer nada.
O sea, ¿no hacer nada es procrastinar a propósito? No. No hacer nada tiene poca relación con la procrastinación. No hacer nada es una invitación a conectar con tu naturaleza. A dejar el móvil, la música, las series, los libros, los diarios, y conectar con el ahora, con el presente. La rutina diaria exige, lo queramos o no, un estrés grande al cuerpo. Los seres humanos no estamos hechos para pasar 8h al día encerrados, en ausencia de luz solar, de aire fresco, rodeados de luces artificiales que no cambian su intensidad. Los primeros días, incluso los primeros meses de trabajo, es algo que puede llevarse de mejor forma, sin embargo pasa factura.
La invitación es, por tanto, a aprovechar los pocos momentos de descanso que tengas en tu día para respirar. Centra tu energía en respirar, en tus manos, en tus piernas, tu torso, etc. ¿Eres capaz de sentir la sangre circular por tus venas, o el latir de tu corazón? A simple vista pueden parecer nimiedades, pero una vez te pones a intentarlo, a practicarlo, te darás cuenta de que tienes más energía en tus días, de que respondes de forma diferente a la adversidad, lo más probable es que después de un mes escuchándote lo contemples todo con más calma y serenidad