Categoría: Blogs

  • Olvídate de tus principios

    Siento que los últimos 2 trabajos que he tenido han llegado a mi vida para enseñarme a agachar la cabeza. Para aprender a ser un subordinado.

    En ambos trabajos estaba penalizada la proactividad. Esa es mi sensación.

    ¿De qué sirve dar el 10 en una empresa que te pide el 5?

    Hoy hablaba con mi hermana sobre esto, y surgieron varias reflexiones interesantes.

    En primer lugar está el tema de la obediencia. Cuando quien tengo que obedecer es alguien que medianamente admiro y respeto -en mi caso por predicar con el ejemplo y ser un líder- me cuesta mucho menos que tener que obedecer a alguien que percibo como mediocre, indisciplinado o que trata de liderar desde el autoritarismo.

    NOTA: Hablo de percepción de mediocridad por mi reacción a ciertos estímulos que me hacen juzgar a esa persona de mediocre. En cualquier circunstancia es mi percepción, y no implica que sea así en la realidad.

    Durante la conversación de mi hermana he encontrado un conflicto entre la forma que estoy acostumbrado a actuar, y lo que me piden los jefes en la empresa.

    Tanto en el trabajo como en mi vida personal, actúo siempre lo mejor que puedo, no por los bienes que pueda obtener del exterior, sino porque mi programación mental me lleva a actuar siempre lo mejor que puedo con lo que tengo.

    En cierta forma me cuesta concebir un trabajo en el que no haya nada que hacer. En el que lo único que quede sea pasar las horas y esperar que haya faena. Siempre tengo que estar haciendo algo.

    Por eso, después de escuchar a mi hermana, creo que en los últimos 2 trabajos he tenido tantos conflictos. Los jefes me pedían 5, no 10, y yo por testarudo siempre he ido a dar 10 porque me la pela que no me lo paguen, pues estoy cumpliendo con mi compromiso ante el trabajo y mi propia vida.

    Me gustaría extenderme un poco más, pero tengo que seguir currando, así que eso es todo por hoy.

  • Amor vs Obsesión

    Esto es una transcripción de un vídeo que grabé en 2019.

    Muchas veces se confunde amor con obsesión y eso es peligroso. Hoy os voy a explicar un poco la idea que yo tengo sobre, no el amor, sino lo que es amar, y mi teoría al respecto.

    Muchas veces siento que se confunde amar a alguien de verdad con estar obsesionado con esa persona. Ya sea por la necesidad de estar con alguien, o por creer que te hará muy feliz, o cualquier cosa así.

    El amor.

    ¿Qué es, cómo se ama, qué es amar?

    Para mí -hablando desde mi experiencia- amar es dejar libre a la otra persona, dejarle ser. Amar es confianza absoluta y libertad. Ya está, no tiene más misterio, es eso, es tan simple como eso. 

    Bueno, no es simple, es muy chungo, vale, es chungo de cojones, pero bueno. ¿Por qué digo libertad y confianza? Bueno, primero voy a explicar qué es para mí la obsesión y por qué digo que se confunde amor con obsesión.

    La obsesión es cuando te enchichas de una persona y sólo quieres que esté contigo, estar con ella, cuidarle, hacerle cariño, etc. En esas situaciones, uno cree que está amando, pero en realidad está obsesionado, porque uno no sabe si esa persona quiere, sobre todo cuando estamos conociendo a la otra persona, uno nunca no sabe si esa persona quiere. 

    Entonces, no estás amando. 

    No estás amando porque le estás queriendo controlar el tiempo, le estás queriendo dominar, estás queriendo poseer a esa persona para que esté contigo todo el rato. Y eso no es sano, no es bueno ni para el uno ni para el otro. Eso es obsesión.

    Obsesión es querer poseer al otro, controlarle, dominarle, tenerlo encadenado a ti y, cuando uno está conociendo a alguien -y eso me ha pasado, muy a mi pesar, me ha pasado- y quiere que la otra persona esté todo el rato con uno, y quiere controlar el tiempo de la otra persona para que esté con uno, uno no sabe si esa persona quiere.

    Entonces, uno está obsesionado con esa persona. Sin embargo, y aquí viene la gran ironía de la vida, si tú realmente quieres a esa persona, le dejas ser libre, y es muy contradictorio eso, porque tal vez esa persona no quiere estar contigo. Y si le dejas libre, se va.

    Pero es que es lo que corresponde, tío. Porque si no quiere estar contigo, no le puedes obligar a nada. Es libre, y si quieres estar con alguien y esa persona no quiere estar contigo, duele, sí, duele mucho, pero si lo piensas y te preguntas, ¿realmente le quiero? ¿Realmente quiero a esa persona? Si la respuesta es sí, para mí lo más lógico es dejarle ir, dejarle ser libre, que decida esa persona si quiere estar contigo o si no quiere estar contigo. 

    Porque si intentas controlarle, dominarle, poseerle, cualquier cosa contra su libertad, no le estás queriendo, porque le estás limitando.

    Le estás limitando y le estás queriendo controlar el tiempo y todo. Y eso no es querer, eso es estar obsesionado, es querer controlar. Y no es amor, no es amor para nada.

    Resumiendo, que me enrollo.

    Si quieres amar, si crees que amas a alguien de verdad, déjale ser libre y deja que se desarrolle al máximo, que desarrolle todas sus habilidades y todas sus capacidades.

    Si quiere a una persona contribuye a que desarrolle su máximo potencial en vez de lastrarle.

    Si por querer a esa persona le pides que pase más tiempo contigo, hasta el punto que eso le implique faltar a entrenar a clase o algún compromiso así, valorando bajo tu propio juicio el valor de esas actividades, estás limitando a la otra persona, y quitándole oportunidades de ser mejor. Y a ti también te estás privando de crecer. 

    Lamentablemente, estar obsesionado está bien visto en la sociedad.

    La gente encuentra lógico que la pareja se salte algo o haga alguna excepción para estar con el otro. Y eso no es bueno, pues no estás dejando que sea libre y que se desarrolle al máximo. 

    Tal vez os suene a tontería todo lo que hablo, pero bueno, me la pela. 

    Entonces aquí está el dilema.

    Si amas a alguien, le dejas ser libre aún siendo consciente que esa persona puede elegir no estar contigo, que puede elegir no serte fiel, o simplemente no tenga interés en ti. Y eso jode, jode mucho.

    Si el otro está feliz, déjalo ser, tío.

    Déjalo libre. Porque si tú, por estar obsesionado, intentas que la otra persona te quiera e intentas pasar más tiempo, solo eres un pesado que está obsesionado y que no le quiere nada porque no le respeta. Si tú quieres a alguien y te obsesionas, ya no le estás queriendo porque estás obsesionado y quieres controlarle y dominarle, y no entiendes por qué esa persona no quiere pasar tiempo contigo, y te angustias y le das vueltas y te comes la cabeza.

    Pero bueno, es su decisión, tío, y el mayor acto de amor en la vida es el respeto.

  • Este post es una mierda

    Así tal cual.

    Una mierda.

    Pinchada en un palo.

    ¿Por qué?

    Porque llevo semanas sin escribir ningún post.

    Sigo escribiendo en mi libreta, menos de lo que me gustaría, pero lo hago.

    Sin embargo no he escrito ningún blog en bastante tiempo.

    Tengo muchos borradores, eso sí.

    Así que, como me apetece volver a mis blogs, he decidido escribir lo primero que se me pase por la mente.

    Y es esto. Estas líneas.

    Recientemente he tenido una experiencia catártica. Algo así como un despertar espiritual más tocho de lo común. Una auténtica revelación de la vida.

    Lo que he aprendido esta última semana es lo importante que es para mí ser congruente con mi vida.

    Tengo objetivos, y muchas veces me siento mal cuando actúo en contra de mis objetivos.

    Es por eso que un hábito que incorporaré a mi vida es el de escribir diariamente un blog.

    Porque sí.

    Porque me gusta escribir, me parece una gran forma de expresar y va en pos de mis objetivos de vida.

    Y eso.

    Este blog es una mierda.

    No tengo mucho más que decir que eso.

    Viva la congruencia.

  • Sobre las proyecciones 2

    ¿Y si te dijera que prácticamente todo en tu vida depende de ti?

    Efectivamente. Como lo oyes. Depende de ti.

    ¿El qué?

    ¡Pues todo!

    Partamos del punto que no eres una consecuencia de tu entorno. Eres la forma que eliges responder ante tu entorno.

    No estoy hablando de dinero, hablo de actitud, así que lo voy a repetir.

    Tú no eres víctima de tu entorno, ni tu entorno son ninguna etiqueta que les puedas poner.

    En El Hombre en busca de Sentido, Viktor Frankl nos enseña que aún en las peores condiciones de la existencia humana, podemos elegir cómo relacionarnos con el sufrimiento.

    PODEMOS ELEGIR.

    Probablemente sea el poder más grande que tenemos todos como personas.

    Y es que lo que me pasa no me pasa porque la vida sea una mierda, o yo sea un torpe.

    En situaciones difíciles, cuando respondemos de forma reactiva, estamos tomando la vía fácil.

    En vez de decir la vida es una mierda, por qué no preguntarnos ¿qué me pasa a mí con esto?

    En vez de decir eres un gilipollas prueba a guardar silencio, entrar en ti y observar lo que te sucede internamente con aquella persona.

    En vez de decir la vida es un carnaval, explora la otra polaridad, lo que te ocurre cuando entras en contacto con la desesperanza y la tristeza.

    A lo que voy con todo esto es que, al hacer afirmaciones de ese estilo, estamos poniendo todo nuestro poder de elección y cambio en manos de algo externo, porque la vida no es una mierda, lo más probable es que internamente tenga un conflicto sin resolver, unas necesidades sin atender, un niño interior atemorizado ante el mundo.

    El otro no es un gilipollas, eso no es más que una proyección, un reflejo de lo que a mí me pasa cuando escucho al otro hablar. No es que el otro sea irracional, estúpido o alguien difícil. Es que no estoy consiguiendo transmitir mi sentir y mis ideas de la forma correcta. Es que cuando el otro alza la voz, yo lo hago más.

    Etiquetar al otro no es más que un reflejo de mi frustración, mi rabia o mi impotencia. Incluso de mi vergüenza. Y el trabajo ahí es entrar en eso, ver qué te ocurre cuando entras ahí. Lo más probable es que te des cuenta que no te estás escuchando. Prestas poca atención a lo que necesitas, a lo que te pide el cuerpo.

    Si no eres capaz de sostener una situación, o eres adicto a los estímulos, tienes ahí algo interno que trabajar respecto a tu relación con el mundo. Con la soledad, el abandono, el autosostén.

    Proyectar fuera, en los demás, en la vida, lo que ocurre dentro, es el camino fácil para seguir igual que estás.

    El verdadero cambio ocurre cuando asumes la responsabilidad plena de aquello que te pasa, y elijes actuar en consecuencia.

    Como bien leí hace poco en un artículo de Pedro Vivar: Hay ocasiones en las que la mejor decisión es no hacer nada en ese momento.

    Cambia tu forma de relacionarte con tu entorno y cambiarás tu realidad.

    Pruébalo, no pierdes nada.

    Un saludo.

  • Sobre la coherencia

    Por rebeldía en contra de mi padre, hace unos años adopté el lema «la incoherencia es el camino». Mi padre siempre me decía lo contrario, que lo más importante es ser coherente con uno mismo y con la visión que se tiene del mundo, pero ¿qué ocurre cuando los principios propios son prácticamente anárquicos?

    En este afán de hacer lo que se me daba la gana, de ser libre, mi rebeldía nació dentro mío, y precisamente por reafirmarme en que puedo ser lo que se me da la gana, ser coherente con los valores y principios que me decía mi padre que tenía que tener me resultaba algo sumamente aprisionador.

    Me di cuenta que todas las polaridades de mi ser me son de uso, y el tema no está en no ser X, sino en serlo cuando toca serlo. No voy a ser violento el 100% de mi tiempo, sin embargo ser consciente de mi violencia me permite usarla cuando lo necesite.

    Esto ocurre con las 4 emociones básicas. No siempre seré alegre, triste, miedoso o rabioso. Pero puedo serlo todo.

    Ahora, con el tiempo, comienzo a entender la frase que me decía mi padre, y veo cuál es su valor real.

    Ser coherente no es un acto de mostrarse al mundo de una forma específica, es un acto de ser fiel a uno mismo y a los valores y principios más profundos de nuestro ser.

    Mis decisiones no se basan en lo que pensarán los demás, en la imagen que proyectaré o las cosas que conseguiré por fuera.

    Se basan en algo mucho más sencillo.

    ¿Qué necesito? ¿qué deseo hacer? y ¿qué cosas puedo hacer que me encamine a ello?

    Con el tiempo, después de probar diversas formas de conseguir el bienestar en mi vida, me he dado cuenta que las raíces son lo más importante, y en este camino de encontrar mis raíces internas propias, ese motor que mueve mi vida, he llegado a la conclusión que todos mis deseos los conseguiré siendo constante.

    La disciplina, la motivación, la perseverancia, los logros, todo eso llegará con el tiempo. Lo más importante es ser constante, y tratar cada día de avanzar un paso más hacia esos objetivos personales que tanto me mueven.

    Eso es la coherencia. Ser fiel a mí. A mis emociones, mi cuerpo, mi mente.

    El pacto de la coherencia se sella cuando elijo ser fiel a mí. Sin esa elección de autocuidado y sostén el bienestar será poco más que una ilusión.

    Gracias.

  • No le pegues a tu perro

    Últimamente, mientras paseo a mis perros, veo cómo la gran mayoría de los dueños de perros, al mínimo ladrido de sus mascotas, les dan un tirón de correa, un toque físico -ya sea con la mano o el pie- o se ponen a gritarles y regañarles por una conducta que ellos mismos interpretan como inadecuada, obviando que los perros no son seres humanos, y que cuando marcan, ladran o se «tiran» a saludar a otro perro, no lo hacen por joder sino porque es la forma que tienen de comunicarse entre ellos.

    Estas reacciones de los dueños, además de desproporcionadas, me parecen una absoluta proyección de su estado interno frente a la conducta de sus mascotas.

    Un dueño que le pega a su perro por ladrar, no le está golpeando porque ladrar esté mal y no se deba hacer, le golpea como una forma de proyectar en el pobre perro toda aquello que sus ladridos le generan y que no sabe gestionar. Dígase rabia, frustración, vergüenza, impotencia, cansancio, etc.

    Por si no ha quedado claro, si le pegas a tu perro no lo haces porque se porte mal, lo haces porque eres incapaz de gestionar aquello que te pasa ante la conducta de tu perro.

    Si tienes una mascota y quieres mejorar tu relación con ella, te recomiendo buscar etólogos, adiestradores caninos, nutricionistas y veterinarios que se preocupen por entender de comunicación canina. Hay decenas de ellos que suben contenido de calidad a redes, y no te llevará más de 20 minutos diarios durante una semana adquirir nociones de comunicación canina -sobre todo postura corporal- y ejercicios de adiestramiento.

    Hay decenas de educadores. Mejorar la relación con tu mascota depende de ti.

    Esto es extrapolable a las relaciones personales. No respondes de forma reactiva ante otra persona porque sea un idiota, respondes reactivamente como reflejo de tu dificultad emocional de gestionar esa situación y responsabilizarte de todo aquello que te pasa con la conducta del otro.

    Es algo simple en la teoría y difícil en la práctica, aunque cuanto más practicas más sencillo se torna.

    Cuida tus vínculos más cercanos.

    Un fuerte abrazo.

  • La importancia del miedo

    No dejes que el miedo te paralice. Si tienes miedo, hazlo con miedo.

    ¿Cuántas veces has escuchado esta frase? Seguro que muchas. Puede que demasiadas incluso.

    A veces siento que es una frase extremadamente superficial y banalizada, pero observando mi vida y lo que he crecido los últimos años, soy capaz de darme cuenta de la importancia y la relevancia que tiene esta frase en mi vida.

    El miedo guía mi vida. Muchas veces le da forma y la moldea.

    Normalmente se me hace difícil reconocer cómo se expresaba el miedo en mi cuerpo cuando era pequeño, porque era cabezón y, aunque algo me diera miedo, siempre lo hacía por la aventura.

    Actualmente, y cada vez más, me doy cuenta de que el miedo es más grande en mi cabeza. Mis miedos me dan más miedo en mi mente que durante el momento de afrontarlos, y el después de afrontarlos.

    También porque he crecido, y he aprendido a calcular y medir las consecuencias de mis acciones.

    Aún así es algo que siempre ha estado presente en mi vida, y que aún a día de hoy me cuesta gestionar a veces. Sin embargo ahí está, el miedo como señal de que estoy en el camino correcto.

    Sumado a esto, a veces reflexiono sobre mi capacidad de autoliderazgo, y me cuesta asumirme líder de mi vida.

    En el libro de los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, Stephen Covey habla de que los líderes son aquellas personas que, en medio de una expedición en la jungla, son capaces de subirse a un árbol e indicar al equipo que están en la jungla equivocada.

    Yo quiero ser un líder, y eso me da miedo, porque conlleva una responsabilidad conmigo y una confianza enormes.

    Lo grande da miedo.

    El miedo a lo grande es excitante.

    No tengo mucho más que decir por hoy, me gusta sentir miedo, me gusta conectar con la parte más animal e instintiva de mi ser, y me gusta arriesgarme a probar cosas nuevas.

    Un fuerte abrazo.

  • Sobre las proyecciones

    La definición simple de lo que es una proyección en Gestalt es poner en el otro algo que es mío. Generalmente cosas que no me gustan de mí.

    Con esa definición ya puedes comenzar a trabajar en ti y yo podría dar por zanjado el blog de hoy.

    Hoy me apetece hablar de las proyecciones porque es algo que ha estado muy presente en mi vida últimamente, además que es un mecanismo de evasión que me resulta curioso por su forma de falsa máscara.

    ¿Por qué digo que es una falsa máscara? Porque con las proyecciones evitamos contactar con nosotros, y justificamos nuestras acciones con » algo del otro, cuando en el fondo es algo nuestro.

    Un ejemplo puede ser un conflicto que termina en gritos y tachando a la otra persona conflictiva. Lo que sucede en este caso es que estamos proyectando en la otra persona nuestra propia torpeza relacional. Ante la falta de herramientas para gestionar la situación de manera diferente, tachamos a la otra persona de conflictiva, cuando en realidad el conflicto está en uno mismo, en la propia incapacidad de responder de forma distinta a la situación.

    Ponemos en el otro nuestra frustración, nuestra torpeza o nuestra rabia, porque es más fácil decir no se puede hablar contigo que entrar en uno mismo y checkear con qué conectamos a la hora de afrontar en ese conflicto que nos está limitando la experiencia de probar algo diferente.

    Otra forma de proyección puede ser estar hablando de algún tema sensible con alguien, de algo difícil que nos pone vulnerables, y que para finalizar la conversación digamos no te quiero molestar más con mis rollos, cambiemos de tema.

    En este caso la proyección es una afirmación de la incomodidad de la otra persona al oír lo que tengo que decir.

    En situaciones así, la propuesta es frenar antes de pronunciar esas palabras, y respirar a ver cuánto de eso hay en mí, porque seguramente mi propia incomodidad sea mayor que la de la otra persona al escucharme y, por tanto, me resulta más apropiado decir «Ha sido suficiente por ahora, prefiero no seguir hablando porque me empiezo a sentir incómodo» De esta forma, soy plenamente responsable de mi situación, y me abstengo de responsabilizar a los demás de todo aquello que me pase.

    Las proyecciones están presentes en todos, y son un trabajo sumamente interesante en el amor, la amistad, la familia, o cualquier relación que tengamos en nuestra vida.

    ¿Cuánto de mí pongo en el otro?

    ¿Cuánta responsabilidad evado al hacerlo?

  • Sobre el dinero

    La relación con el dinero es en el fondo una relación con uno mismo. También es una espada de doble filo.

    Desde que trabajo he aumentado mis ingresos notablemente con esfuerzo, con sacrificio y trabajo constante. Y sigo trabajando para vivir en la abundancia que deseo.

    En todos estos años he podido observar cómo la relación con el dinero es una relación conmigo mismo. Crecer junto al dinero es crecer conmigo, porque cuanto más crezco yo personalmente, más adecuadas son las decisiones que tomo, y esto se refleja tanto en mi salud financiera como en cualquier otro tipo de relación que establezca en mi vida.

    Es fácil caer en la trampa de medir el valor personal en función del dinero que se posea. Lo digo porque me ha pasado.

    Digo que es fácil porque cuanto más dinero tengas, más gustos podrás darte. Aquí es donde entra el trabajo personal que requiere tener ingresos.

    Recibir dinero es despertar nuestras pasiones y deseos más profundos. Lo que he podido observar en las personas de mi alrededor es que recibir la nómina (o cualquier ingreso) significa, además de pagar los gastos fijos pertinentes, una oportunidad de «darme el gustito que tanto deseo».

    Cada uno nos lo vendemos de una forma distinta. Sin embargo casi siempre es así. Es como si el dinero nos quemara las manos y fuera una necesidad gastarlo.

    ¿Qué ocurre si resistimos esas tentaciones? ¿Qué pasaría si trazamos una estrategia para conseguir nuestros deseos? Pues es aquí donde entra el trabajo personal que requiere ser autosolvente.

    Es un trabajo de tener la mente fría, de gestionar la frustración y la ansiedad de querer tener ya eso que tanto deseamos, así como errar en múltiples ocasiones para aprender y hacer las cosas diferentes en el futuro.

    Es un trabajo bonito que se puede extrapolar a cualquier ámbito de nuestras vidas. La relación con la pareja, con uno mismo, con una mascota, un familiar, un amigo, etc.

    Lo mejor creo que es siempre abrazar el proceso y entregarse a aprender. Hay errores los cuales tenemos que cometer para seguir aprendiendo, vivir en nuestras carnes aquello de lo que todo el mundo nos advirtió y seguir progresando.

    Esto es todo por hoy,

    Un abrazo.

  • Un concepto salvavidas

    Hay cosas que se describen con pocas palabras. El concepto de impecabilidad es una de esas cosas.

    En mis años de formación Gestáltica hice un taller llamado El guerrero interior, impartido por Rosa Creixell y Marián Quintillà, donde me encontré con el concepto de la impecabilidad, algo que llevaba haciendo toda mi vida pero que no fui consciente hasta ese momento.

    La impecabilidad no es más que actuar desde lo que tienes, con lo que eres aquí y ahora.

    Es decir, si tú ahora estás en tu 70% habitual, actúa desde ahí y no te exijas más que eso, porque con lo que eres en ese momento es más que suficiente.

    Qué liberador. Con lo que eres aquí y ahora es más que suficiente. Eres suficiente así como eres.

    La verdad que es un término que mola mazo, yo cuando nadaba lo usaba muchísimo. Si había entrenos en los que me encontraba fatal, al 10%, daba mi 10% y me centraba en trabajar sobre ese rendimiento, pues con eso ya estaba dando el 100% que tenía disponible en ese momento para entrenar.

    Lo guay está en que actuar desde la impecabilidad es un acto de humildad hacia uno mismo. Es dejar de lado el sentimiento de insuficiencia por saber que puedo hacer las cosas mejor de lo que lo estoy haciendo, y centrarme en hacerlas lo mejor posible en este preciso momento.

    La impecabilidad no es excluyente, y que ahora dé mi 10% no significa que en otros momento haya dado mi 90% o pueda dar mi 100% en un futuro. La impecabilidad incluye y me ayuda a reconocer mi estado actual, y a respetarme en aquello que me pase.

    Si estoy con mil cosas en mente, ya sea exámenes, trabajo, asuntos familiares, entrenos, etc. Actuaré lo mejor que pueda en esas circunstancias, independientemente de los resultados. Y cuando no tenga nada de eso, seguiré actuando lo mejor que pueda desde aquellas circunstancias que esté viviendo, y los resultados siempre serán diferentes.

    Recuerdo el taller que hice con mucho cariño, fue un taller del que a día de hoy sigo aprendiendo, y el cual me ayudó a encajar aquellas piezas del puzle que todavía no tenía acomodadas.

    Con esto y un bizcocho no me enrollo más.

    Gracias por leer.