Sobre elegir

Hay un tipo de libertad que no lo otorga el dinero ni ningún bien material que pueda poseer jamás. No es una libertad dada por estar rodeado de las personas a las que amo, ni tampoco por los logros que consiga en mi vida. Es una libertad interna  que evoca una sensación de empoderamiento y rebeldía que ni la mejor de las drogas me hará sentir jamás. Estoy hablando de la libertad de elegir y ser responsable.

Me imagino varias situaciones en mi vida donde estaba sumergido en situaciones de extremo dolor y malestar. Situaciones en las que elegí sufrir por haberlo valorado como la alternativa menos dolorosa de todas. La lógica me decía es menos doloroso formar parte de un entorno donde sufro, que vivir conmigo a solas. En todas esas decisiones de quedarme era consciente de que si lo hacía iba a doler mucho y a sufrir mucho, y en todas esas ocasiones ha terminado siendo así. También es cierto que, todas las veces que sucedió, terminé dando el paso de caminar solo y doler solo, pues es la única vía en la que puedo sanar aquello que me pasa. 

No pretendo menospreciar la importancia la conexión social, todo lo contrario, no existiría sin los vínculos que constituyen la persona que soy a día de hoy. Los contactos sociales me sirven para crecer. Sostener esos contactos, ya sean dolorosos o placenteros, me sirve para desarrollar un criterio sobre qué quiero y qué no quiero en mi vida. Aun así, por mucho que yo crezca al compartir experiencias con los demás y resonando con sus formas de vivir, el proceso de sanación ocurre a solas, conmigo mismo. Lo puedo compartir, me puedo apoyar en otros, puedo pedir ayuda y poner límites, y eso forma parte de la sanación, sin embargo, desde mi propia experiencia, cuando duelo conmigo mismo es cuando saco la mayor de mis fuerzas para vivir. 

Dar el paso de mostrarme vulnerable frente a los demás, de llorar con la vista alta, de dejarme sostener y apoyar, de poner límites, decir que no, pedir lo que deseo. Todas esas primeras veces nacen en lo más profundo de mi ser. El primer paso para compartirme es interno. Mi vida, la mayor parte de las veces, ocurre desde dentro hacia afuera. Si no me entero de cómo estoy por dentro, ¿cómo voy a relacionarme con lo de fuera?

Retomando el tema de la libertad y elegir. En todas esas situaciones tomé una decisión. En todas esas ocasiones me di la libertad de rectificar mis decisiones cuando lo creía necesario. Por muy atado que esté a unos horarios de estudio o de trabajo, por mucho que me encuentre en situaciones donde no esté a gusto con el entorno que me rodea, o con la gente que compone mi día a día, la decisión de hacer algo diferente, de ser fiel a mí, es una decisión propia, y una responsabilidad que nadie me podrá arrebatar jamás.

Yo elijo lo que quiero en mi vida, cuales son mis prioridades y qué cosas son innegociables en mi día a día. Eso nadie me lo quita. Desde niño asumí mi plena y absoluta responsabilidad frente a la forma que afronto la vida. Por muchas desgracias que me pasen, o por mucho que me sonría la fortuna, es mi responsabilidad elegir la forma de vivirlo, independientemente del ambiente en el que me encuentre. Caer en el victimismo o el regodeo es una decisión propia. Escuchar la adversidad o negarla es una decisión propia. Quedarme y doler, o irme y doler, es una decisión propia.

No hay nada bueno ni nada malo, no hay una decisión mejor que otra. La clave está en probarlo, explorar lo que pasa si decido quedarme o irme, y ser responsable de las repercusiones de mi decisión. A veces me saldrá torcida la jugada, y otras de forma impecable. Salga como salga, lo importante es hacerlo y aprender.

Atrévete a elegir. Con miedo, ilusión, o lo que sea que te suceda al hacerlo.

Elije y sé libre.