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  • Sobre procrastinar

    Hace unos meses hablaba con mi hermano sobre hacer nada. Él estaba muy curioso al respecto, y trataba constantemente de argumentarme el porqué lo que yo le explicaba sobre no hacer nada era equivalente a procrastinar, y me decía que procrastinar es no hacer nada, perder el tiempo.

    Gracias a esa conversación pude ver ciertos matices entre hacer nada y procrastinar, así como beneficios y perjuicios que traen consigo ambas acciones.

    La mayor diferencia la veo en que procrastinar conlleva una evasión constante de la vida. Procrastinar es huir de la responsabilidad, además que perjudica la calidad del descanso.

    Al hacer nada, conectas con el presente, con los sentidos. Descansas verdaderamente porque encuentras la paz en el cuerpo.

    Pondré un ejemplo claro de lo que para mí sería procrastinar.

    Imagínate que trabajas 8h diarias. Entre ir y volver del trabajo te pasas un total de 10h y 14h fuera de casa -dependiendo de si tienes turno partido o no- y lo que más te cuesta es lavar la vajilla que usas. Se te acumulan los platos por lavar, y terminas lavando cuando ya no te queda nada por ensuciar.

    Si cada día, al volver del trabajo, lo que haces es ponerte a ver series, pelis, jugar a videojuegos o ir a hacer una birras, estás procrastinando, porque tienes una tarea básica de higiene esperando a ser cumplida, y aún sabiendo que lo tienes que hacer decides usar los 10 minutos que te tomaría limpiar en actividades que, en esencia, no te aportan nada.

    Lo mismo pasa si al llegar a casa te vas a entrenar, aunque en este caso no lo veo como procrastinar porque contribuye a la salud y el descanso, sí que es una evasión convertir en rutina dejar los platos sucios hasta que no quede ninguno que ensuciar.

    El peligro no lo veo en la acción en sí -a mí también se me queda un plato sin lavar a veces- sino en la normalización de evadir la responsabilidad frente a la vida.

    Hacer nada lo veo distinto. Lo veo como una pausa necesaria para recargar las pilar y seguir viviendo.

    Una pausa que nos permite entrar en nosotros mismo, recapacitar respecto a la rutina que estamos siguiendo.

    Sentir cómo estamos, qué necesitamos y, en tiempos de decisiones importantes, escuchar a nuestro cuerpo para elegir lo que sea más beneficioso para nosotros.

    En los años que llevo practicando la pausa he encontrado varios beneficios que, a día de hoy, son sumamente importantes en mi vida, y uno de los motivos por los que permanezco realizando esta práctica.

    Descanso mejor por ejemplo. Tanto física, mental y emocionalmente. Nunca he sido partidario de descansar con música de fondo, de currar, entrenar, pasear a los perros o hacer cualquier actividad que haga en mi vida con música de fondo.

    Porque no es música, es distracción.

    Eso es algo que me ha enseñado practicar la pausa. Cuando hago una cosa a la vez todo es mejor, soy más eficiente, estoy más presente.

    La potenciación del descanso ocurre cuando respiro la fatiga, cuando respiro mi cuerpo, mis músculos, mis pies. Cuando me entrego a mis sensaciones. En ese proceso de entrega ocurre algo mágico, y es que si me enfoco en mis sentidos al finalizar el día, mi cuerpo descansa mejor.

    No tengo ni idea de si hay explicación científica para esto, pero es así, sentir el cansancio, la fatiga, el dolor, hace que la recuperación sea mucho más rápida, me permite atenderme mejor en aquello que me pasa y la calidad de mi descanso incrementa exponencialmente.

    Otro beneficio. Estoy más enfocado. Esta es simple, hacer nada potencia mis sentidos, mi capacidad de percibir mi entorno aumenta, mis sentido se amplían y estoy más receptivo.

    Es divertido explorar los sentidos, es como reconectar con mi niño interior.

    Bueno. Como siempre escribo sin guion, hoy no tengo más que escribir.

    Si más adelante se me ocurren más beneficios, escribiré otro blog.

    Por ahora estos beneficios son los que más importantes me parecen.

    Sobre todo el del descanso.

    Ciao pescao.

  • Sobre las proyecciones 2

    ¿Y si te dijera que prácticamente todo en tu vida depende de ti?

    Efectivamente. Como lo oyes. Depende de ti.

    ¿El qué?

    ¡Pues todo!

    Partamos del punto que no eres una consecuencia de tu entorno. Eres la forma que eliges responder ante tu entorno.

    No estoy hablando de dinero, hablo de actitud, así que lo voy a repetir.

    Tú no eres víctima de tu entorno, ni tu entorno son ninguna etiqueta que les puedas poner.

    En El Hombre en busca de Sentido, Viktor Frankl nos enseña que aún en las peores condiciones de la existencia humana, podemos elegir cómo relacionarnos con el sufrimiento.

    PODEMOS ELEGIR.

    Probablemente sea el poder más grande que tenemos todos como personas.

    Y es que lo que me pasa no me pasa porque la vida sea una mierda, o yo sea un torpe.

    En situaciones difíciles, cuando respondemos de forma reactiva, estamos tomando la vía fácil.

    En vez de decir la vida es una mierda, por qué no preguntarnos ¿qué me pasa a mí con esto?

    En vez de decir eres un gilipollas prueba a guardar silencio, entrar en ti y observar lo que te sucede internamente con aquella persona.

    En vez de decir la vida es un carnaval, explora la otra polaridad, lo que te ocurre cuando entras en contacto con la desesperanza y la tristeza.

    A lo que voy con todo esto es que, al hacer afirmaciones de ese estilo, estamos poniendo todo nuestro poder de elección y cambio en manos de algo externo, porque la vida no es una mierda, lo más probable es que internamente tenga un conflicto sin resolver, unas necesidades sin atender, un niño interior atemorizado ante el mundo.

    El otro no es un gilipollas, eso no es más que una proyección, un reflejo de lo que a mí me pasa cuando escucho al otro hablar. No es que el otro sea irracional, estúpido o alguien difícil. Es que no estoy consiguiendo transmitir mi sentir y mis ideas de la forma correcta. Es que cuando el otro alza la voz, yo lo hago más.

    Etiquetar al otro no es más que un reflejo de mi frustración, mi rabia o mi impotencia. Incluso de mi vergüenza. Y el trabajo ahí es entrar en eso, ver qué te ocurre cuando entras ahí. Lo más probable es que te des cuenta que no te estás escuchando. Prestas poca atención a lo que necesitas, a lo que te pide el cuerpo.

    Si no eres capaz de sostener una situación, o eres adicto a los estímulos, tienes ahí algo interno que trabajar respecto a tu relación con el mundo. Con la soledad, el abandono, el autosostén.

    Proyectar fuera, en los demás, en la vida, lo que ocurre dentro, es el camino fácil para seguir igual que estás.

    El verdadero cambio ocurre cuando asumes la responsabilidad plena de aquello que te pasa, y elijes actuar en consecuencia.

    Como bien leí hace poco en un artículo de Pedro Vivar: Hay ocasiones en las que la mejor decisión es no hacer nada en ese momento.

    Cambia tu forma de relacionarte con tu entorno y cambiarás tu realidad.

    Pruébalo, no pierdes nada.

    Un saludo.

  • Sobre la coherencia

    Por rebeldía en contra de mi padre, hace unos años adopté el lema «la incoherencia es el camino». Mi padre siempre me decía lo contrario, que lo más importante es ser coherente con uno mismo y con la visión que se tiene del mundo, pero ¿qué ocurre cuando los principios propios son prácticamente anárquicos?

    En este afán de hacer lo que se me daba la gana, de ser libre, mi rebeldía nació dentro mío, y precisamente por reafirmarme en que puedo ser lo que se me da la gana, ser coherente con los valores y principios que me decía mi padre que tenía que tener me resultaba algo sumamente aprisionador.

    Me di cuenta que todas las polaridades de mi ser me son de uso, y el tema no está en no ser X, sino en serlo cuando toca serlo. No voy a ser violento el 100% de mi tiempo, sin embargo ser consciente de mi violencia me permite usarla cuando lo necesite.

    Esto ocurre con las 4 emociones básicas. No siempre seré alegre, triste, miedoso o rabioso. Pero puedo serlo todo.

    Ahora, con el tiempo, comienzo a entender la frase que me decía mi padre, y veo cuál es su valor real.

    Ser coherente no es un acto de mostrarse al mundo de una forma específica, es un acto de ser fiel a uno mismo y a los valores y principios más profundos de nuestro ser.

    Mis decisiones no se basan en lo que pensarán los demás, en la imagen que proyectaré o las cosas que conseguiré por fuera.

    Se basan en algo mucho más sencillo.

    ¿Qué necesito? ¿qué deseo hacer? y ¿qué cosas puedo hacer que me encamine a ello?

    Con el tiempo, después de probar diversas formas de conseguir el bienestar en mi vida, me he dado cuenta que las raíces son lo más importante, y en este camino de encontrar mis raíces internas propias, ese motor que mueve mi vida, he llegado a la conclusión que todos mis deseos los conseguiré siendo constante.

    La disciplina, la motivación, la perseverancia, los logros, todo eso llegará con el tiempo. Lo más importante es ser constante, y tratar cada día de avanzar un paso más hacia esos objetivos personales que tanto me mueven.

    Eso es la coherencia. Ser fiel a mí. A mis emociones, mi cuerpo, mi mente.

    El pacto de la coherencia se sella cuando elijo ser fiel a mí. Sin esa elección de autocuidado y sostén el bienestar será poco más que una ilusión.

    Gracias.

  • Un concepto salvavidas

    Hay cosas que se describen con pocas palabras. El concepto de impecabilidad es una de esas cosas.

    En mis años de formación Gestáltica hice un taller llamado El guerrero interior, impartido por Rosa Creixell y Marián Quintillà, donde me encontré con el concepto de la impecabilidad, algo que llevaba haciendo toda mi vida pero que no fui consciente hasta ese momento.

    La impecabilidad no es más que actuar desde lo que tienes, con lo que eres aquí y ahora.

    Es decir, si tú ahora estás en tu 70% habitual, actúa desde ahí y no te exijas más que eso, porque con lo que eres en ese momento es más que suficiente.

    Qué liberador. Con lo que eres aquí y ahora es más que suficiente. Eres suficiente así como eres.

    La verdad que es un término que mola mazo, yo cuando nadaba lo usaba muchísimo. Si había entrenos en los que me encontraba fatal, al 10%, daba mi 10% y me centraba en trabajar sobre ese rendimiento, pues con eso ya estaba dando el 100% que tenía disponible en ese momento para entrenar.

    Lo guay está en que actuar desde la impecabilidad es un acto de humildad hacia uno mismo. Es dejar de lado el sentimiento de insuficiencia por saber que puedo hacer las cosas mejor de lo que lo estoy haciendo, y centrarme en hacerlas lo mejor posible en este preciso momento.

    La impecabilidad no es excluyente, y que ahora dé mi 10% no significa que en otros momento haya dado mi 90% o pueda dar mi 100% en un futuro. La impecabilidad incluye y me ayuda a reconocer mi estado actual, y a respetarme en aquello que me pase.

    Si estoy con mil cosas en mente, ya sea exámenes, trabajo, asuntos familiares, entrenos, etc. Actuaré lo mejor que pueda en esas circunstancias, independientemente de los resultados. Y cuando no tenga nada de eso, seguiré actuando lo mejor que pueda desde aquellas circunstancias que esté viviendo, y los resultados siempre serán diferentes.

    Recuerdo el taller que hice con mucho cariño, fue un taller del que a día de hoy sigo aprendiendo, y el cual me ayudó a encajar aquellas piezas del puzle que todavía no tenía acomodadas.

    Con esto y un bizcocho no me enrollo más.

    Gracias por leer.