Autor: Experiencia de Ser

  • Este post es una mierda

    Así tal cual.

    Una mierda.

    Pinchada en un palo.

    ¿Por qué?

    Porque llevo semanas sin escribir ningún post.

    Sigo escribiendo en mi libreta, menos de lo que me gustaría, pero lo hago.

    Sin embargo no he escrito ningún blog en bastante tiempo.

    Tengo muchos borradores, eso sí.

    Así que, como me apetece volver a mis blogs, he decidido escribir lo primero que se me pase por la mente.

    Y es esto. Estas líneas.

    Recientemente he tenido una experiencia catártica. Algo así como un despertar espiritual más tocho de lo común. Una auténtica revelación de la vida.

    Lo que he aprendido esta última semana es lo importante que es para mí ser congruente con mi vida.

    Tengo objetivos, y muchas veces me siento mal cuando actúo en contra de mis objetivos.

    Es por eso que un hábito que incorporaré a mi vida es el de escribir diariamente un blog.

    Porque sí.

    Porque me gusta escribir, me parece una gran forma de expresar y va en pos de mis objetivos de vida.

    Y eso.

    Este blog es una mierda.

    No tengo mucho más que decir que eso.

    Viva la congruencia.

  • Sobre el lenguaje positivo

    Últimamente he estado haciendo cambios en mi vida respecto al lenguaje que uso para hablar conmigo.

    Durante lo que va de año me he dado cuenta de dos cosas que me parecen súper importantes a la hora de hablar conmigo mismo: El entorno y la formulación de las frases que me repito.

    Por una parte, he podido observar cómo el entorno es un aspecto que influye significativamente en la forma en que me hablo a mí mismo. Entornos tóxicos son entornos que me hacen dudar, entornos en los que me noto torpe en mis diálogos internos.

    Vivir en entornos así ha sido un golpe de humildad para mí debido a la tan arraigada creencia que tengo de que soy poco influenciable por mi entorno, debido a que mi foco es mayor que las adversidades de la vida. Gracias a sumergirme en entornos así he podido ver la importancia del entorno en mi energía, además de en mi forma de hablarme.

    Ahora, habiéndome liberado de mis ataduras laborales y en pleno proceso de ser 100% responsable de mi vida en todos los aspectos, valoro la importancia de mi entorno, pues así como mi proceso de crecimiento se puede ver dificultado por el mismo, también puede verse potenciado.

    Volviendo al tema del lenguaje, estando en ambientes tóxicos he podido distinguir dos tipos diferentes de diálogos conmigo mismo que, vistos con perspectiva, son dos polos de la misma moneda.

    Por una parte están los diálogos de «castigo». Diálogos en los que me cuestiono constantemente mis decisiones, en los que dudo de mis objetivos. Diálogos a través de los cuales justifico los esfuerzos titánicos que me supone mantenerme en ese ambiente, argumentando que es por mi propio bien.

    Me resulta curioso observar cómo me complico la vida cuando sé que algo no lo necesito, y es ahí donde todas las respuestas las busco en mi cuerpo.

    Si mi cuerpo se encoje, se agarrota y se tensa, ¿para qué permanecer en ese entorno?

    A veces me hago esa pregunta, y trato de convencerme de que soy capaz de entrar en aquel dolor de mi cuerpo, en aquellas emociones que se le despiertan al estar en ese entorno, sin embargo no es el camino correcto.

    Forzar a mi cuerpo a conectar con emociones tan intensas que no sé gestionar en el momento, no generará más que una abreacción emocional. Puede que me abra a sentir, pero el cierre será más fuerte que los beneficios de la apertura.

    Es ahí donde me doy cuenta de la tremenda importancia de las palabras.

    En vez de repetirme «puedo afrontarlo, lo voy a afrontar», reformulo la frase a «lo estoy haciendo lo mejor que puedo».

    Vale, no es un ejemplo muy claro.

    Partiendo de lo sencillo, en vez de decir «no me da tiempo de hacer X hoy» puedo reformular la frase a «trataré de hacer X hoy». Siendo X escribir a un amigo, leer un rato mis libros, entrenar con mis perros o entrenar yo, etc.

    Sin enrollarme mucho más, el objetivo de la reformulación positiva de las frases es conectar con una actitud proactiva frente la vida, donde me abra la puerta a que diversas posibilidades -más allá de la que había contemplado inicialmente- sucedan.

    Eso es todo por hoy, seguiré en otro momento.

    Gracias.

  • Sobre las proyecciones 2

    ¿Y si te dijera que prácticamente todo en tu vida depende de ti?

    Efectivamente. Como lo oyes. Depende de ti.

    ¿El qué?

    ¡Pues todo!

    Partamos del punto que no eres una consecuencia de tu entorno. Eres la forma que eliges responder ante tu entorno.

    No estoy hablando de dinero, hablo de actitud, así que lo voy a repetir.

    Tú no eres víctima de tu entorno, ni tu entorno son ninguna etiqueta que les puedas poner.

    En El Hombre en busca de Sentido, Viktor Frankl nos enseña que aún en las peores condiciones de la existencia humana, podemos elegir cómo relacionarnos con el sufrimiento.

    PODEMOS ELEGIR.

    Probablemente sea el poder más grande que tenemos todos como personas.

    Y es que lo que me pasa no me pasa porque la vida sea una mierda, o yo sea un torpe.

    En situaciones difíciles, cuando respondemos de forma reactiva, estamos tomando la vía fácil.

    En vez de decir la vida es una mierda, por qué no preguntarnos ¿qué me pasa a mí con esto?

    En vez de decir eres un gilipollas prueba a guardar silencio, entrar en ti y observar lo que te sucede internamente con aquella persona.

    En vez de decir la vida es un carnaval, explora la otra polaridad, lo que te ocurre cuando entras en contacto con la desesperanza y la tristeza.

    A lo que voy con todo esto es que, al hacer afirmaciones de ese estilo, estamos poniendo todo nuestro poder de elección y cambio en manos de algo externo, porque la vida no es una mierda, lo más probable es que internamente tenga un conflicto sin resolver, unas necesidades sin atender, un niño interior atemorizado ante el mundo.

    El otro no es un gilipollas, eso no es más que una proyección, un reflejo de lo que a mí me pasa cuando escucho al otro hablar. No es que el otro sea irracional, estúpido o alguien difícil. Es que no estoy consiguiendo transmitir mi sentir y mis ideas de la forma correcta. Es que cuando el otro alza la voz, yo lo hago más.

    Etiquetar al otro no es más que un reflejo de mi frustración, mi rabia o mi impotencia. Incluso de mi vergüenza. Y el trabajo ahí es entrar en eso, ver qué te ocurre cuando entras ahí. Lo más probable es que te des cuenta que no te estás escuchando. Prestas poca atención a lo que necesitas, a lo que te pide el cuerpo.

    Si no eres capaz de sostener una situación, o eres adicto a los estímulos, tienes ahí algo interno que trabajar respecto a tu relación con el mundo. Con la soledad, el abandono, el autosostén.

    Proyectar fuera, en los demás, en la vida, lo que ocurre dentro, es el camino fácil para seguir igual que estás.

    El verdadero cambio ocurre cuando asumes la responsabilidad plena de aquello que te pasa, y elijes actuar en consecuencia.

    Como bien leí hace poco en un artículo de Pedro Vivar: Hay ocasiones en las que la mejor decisión es no hacer nada en ese momento.

    Cambia tu forma de relacionarte con tu entorno y cambiarás tu realidad.

    Pruébalo, no pierdes nada.

    Un saludo.

  • Sobre la coherencia

    Por rebeldía en contra de mi padre, hace unos años adopté el lema «la incoherencia es el camino». Mi padre siempre me decía lo contrario, que lo más importante es ser coherente con uno mismo y con la visión que se tiene del mundo, pero ¿qué ocurre cuando los principios propios son prácticamente anárquicos?

    En este afán de hacer lo que se me daba la gana, de ser libre, mi rebeldía nació dentro mío, y precisamente por reafirmarme en que puedo ser lo que se me da la gana, ser coherente con los valores y principios que me decía mi padre que tenía que tener me resultaba algo sumamente aprisionador.

    Me di cuenta que todas las polaridades de mi ser me son de uso, y el tema no está en no ser X, sino en serlo cuando toca serlo. No voy a ser violento el 100% de mi tiempo, sin embargo ser consciente de mi violencia me permite usarla cuando lo necesite.

    Esto ocurre con las 4 emociones básicas. No siempre seré alegre, triste, miedoso o rabioso. Pero puedo serlo todo.

    Ahora, con el tiempo, comienzo a entender la frase que me decía mi padre, y veo cuál es su valor real.

    Ser coherente no es un acto de mostrarse al mundo de una forma específica, es un acto de ser fiel a uno mismo y a los valores y principios más profundos de nuestro ser.

    Mis decisiones no se basan en lo que pensarán los demás, en la imagen que proyectaré o las cosas que conseguiré por fuera.

    Se basan en algo mucho más sencillo.

    ¿Qué necesito? ¿qué deseo hacer? y ¿qué cosas puedo hacer que me encamine a ello?

    Con el tiempo, después de probar diversas formas de conseguir el bienestar en mi vida, me he dado cuenta que las raíces son lo más importante, y en este camino de encontrar mis raíces internas propias, ese motor que mueve mi vida, he llegado a la conclusión que todos mis deseos los conseguiré siendo constante.

    La disciplina, la motivación, la perseverancia, los logros, todo eso llegará con el tiempo. Lo más importante es ser constante, y tratar cada día de avanzar un paso más hacia esos objetivos personales que tanto me mueven.

    Eso es la coherencia. Ser fiel a mí. A mis emociones, mi cuerpo, mi mente.

    El pacto de la coherencia se sella cuando elijo ser fiel a mí. Sin esa elección de autocuidado y sostén el bienestar será poco más que una ilusión.

    Gracias.

  • No le pegues a tu perro

    Últimamente, mientras paseo a mis perros, veo cómo la gran mayoría de los dueños de perros, al mínimo ladrido de sus mascotas, les dan un tirón de correa, un toque físico -ya sea con la mano o el pie- o se ponen a gritarles y regañarles por una conducta que ellos mismos interpretan como inadecuada, obviando que los perros no son seres humanos, y que cuando marcan, ladran o se «tiran» a saludar a otro perro, no lo hacen por joder sino porque es la forma que tienen de comunicarse entre ellos.

    Estas reacciones de los dueños, además de desproporcionadas, me parecen una absoluta proyección de su estado interno frente a la conducta de sus mascotas.

    Un dueño que le pega a su perro por ladrar, no le está golpeando porque ladrar esté mal y no se deba hacer, le golpea como una forma de proyectar en el pobre perro toda aquello que sus ladridos le generan y que no sabe gestionar. Dígase rabia, frustración, vergüenza, impotencia, cansancio, etc.

    Por si no ha quedado claro, si le pegas a tu perro no lo haces porque se porte mal, lo haces porque eres incapaz de gestionar aquello que te pasa ante la conducta de tu perro.

    Si tienes una mascota y quieres mejorar tu relación con ella, te recomiendo buscar etólogos, adiestradores caninos, nutricionistas y veterinarios que se preocupen por entender de comunicación canina. Hay decenas de ellos que suben contenido de calidad a redes, y no te llevará más de 20 minutos diarios durante una semana adquirir nociones de comunicación canina -sobre todo postura corporal- y ejercicios de adiestramiento.

    Hay decenas de educadores. Mejorar la relación con tu mascota depende de ti.

    Esto es extrapolable a las relaciones personales. No respondes de forma reactiva ante otra persona porque sea un idiota, respondes reactivamente como reflejo de tu dificultad emocional de gestionar esa situación y responsabilizarte de todo aquello que te pasa con la conducta del otro.

    Es algo simple en la teoría y difícil en la práctica, aunque cuanto más practicas más sencillo se torna.

    Cuida tus vínculos más cercanos.

    Un fuerte abrazo.

  • La importancia del miedo

    No dejes que el miedo te paralice. Si tienes miedo, hazlo con miedo.

    ¿Cuántas veces has escuchado esta frase? Seguro que muchas. Puede que demasiadas incluso.

    A veces siento que es una frase extremadamente superficial y banalizada, pero observando mi vida y lo que he crecido los últimos años, soy capaz de darme cuenta de la importancia y la relevancia que tiene esta frase en mi vida.

    El miedo guía mi vida. Muchas veces le da forma y la moldea.

    Normalmente se me hace difícil reconocer cómo se expresaba el miedo en mi cuerpo cuando era pequeño, porque era cabezón y, aunque algo me diera miedo, siempre lo hacía por la aventura.

    Actualmente, y cada vez más, me doy cuenta de que el miedo es más grande en mi cabeza. Mis miedos me dan más miedo en mi mente que durante el momento de afrontarlos, y el después de afrontarlos.

    También porque he crecido, y he aprendido a calcular y medir las consecuencias de mis acciones.

    Aún así es algo que siempre ha estado presente en mi vida, y que aún a día de hoy me cuesta gestionar a veces. Sin embargo ahí está, el miedo como señal de que estoy en el camino correcto.

    Sumado a esto, a veces reflexiono sobre mi capacidad de autoliderazgo, y me cuesta asumirme líder de mi vida.

    En el libro de los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, Stephen Covey habla de que los líderes son aquellas personas que, en medio de una expedición en la jungla, son capaces de subirse a un árbol e indicar al equipo que están en la jungla equivocada.

    Yo quiero ser un líder, y eso me da miedo, porque conlleva una responsabilidad conmigo y una confianza enormes.

    Lo grande da miedo.

    El miedo a lo grande es excitante.

    No tengo mucho más que decir por hoy, me gusta sentir miedo, me gusta conectar con la parte más animal e instintiva de mi ser, y me gusta arriesgarme a probar cosas nuevas.

    Un fuerte abrazo.

  • Sobre las proyecciones

    La definición simple de lo que es una proyección en Gestalt es poner en el otro algo que es mío. Generalmente cosas que no me gustan de mí.

    Con esa definición ya puedes comenzar a trabajar en ti y yo podría dar por zanjado el blog de hoy.

    Hoy me apetece hablar de las proyecciones porque es algo que ha estado muy presente en mi vida últimamente, además que es un mecanismo de evasión que me resulta curioso por su forma de falsa máscara.

    ¿Por qué digo que es una falsa máscara? Porque con las proyecciones evitamos contactar con nosotros, y justificamos nuestras acciones con » algo del otro, cuando en el fondo es algo nuestro.

    Un ejemplo puede ser un conflicto que termina en gritos y tachando a la otra persona conflictiva. Lo que sucede en este caso es que estamos proyectando en la otra persona nuestra propia torpeza relacional. Ante la falta de herramientas para gestionar la situación de manera diferente, tachamos a la otra persona de conflictiva, cuando en realidad el conflicto está en uno mismo, en la propia incapacidad de responder de forma distinta a la situación.

    Ponemos en el otro nuestra frustración, nuestra torpeza o nuestra rabia, porque es más fácil decir no se puede hablar contigo que entrar en uno mismo y checkear con qué conectamos a la hora de afrontar en ese conflicto que nos está limitando la experiencia de probar algo diferente.

    Otra forma de proyección puede ser estar hablando de algún tema sensible con alguien, de algo difícil que nos pone vulnerables, y que para finalizar la conversación digamos no te quiero molestar más con mis rollos, cambiemos de tema.

    En este caso la proyección es una afirmación de la incomodidad de la otra persona al oír lo que tengo que decir.

    En situaciones así, la propuesta es frenar antes de pronunciar esas palabras, y respirar a ver cuánto de eso hay en mí, porque seguramente mi propia incomodidad sea mayor que la de la otra persona al escucharme y, por tanto, me resulta más apropiado decir «Ha sido suficiente por ahora, prefiero no seguir hablando porque me empiezo a sentir incómodo» De esta forma, soy plenamente responsable de mi situación, y me abstengo de responsabilizar a los demás de todo aquello que me pase.

    Las proyecciones están presentes en todos, y son un trabajo sumamente interesante en el amor, la amistad, la familia, o cualquier relación que tengamos en nuestra vida.

    ¿Cuánto de mí pongo en el otro?

    ¿Cuánta responsabilidad evado al hacerlo?

  • Sobre el dinero

    La relación con el dinero es en el fondo una relación con uno mismo. También es una espada de doble filo.

    Desde que trabajo he aumentado mis ingresos notablemente con esfuerzo, con sacrificio y trabajo constante. Y sigo trabajando para vivir en la abundancia que deseo.

    En todos estos años he podido observar cómo la relación con el dinero es una relación conmigo mismo. Crecer junto al dinero es crecer conmigo, porque cuanto más crezco yo personalmente, más adecuadas son las decisiones que tomo, y esto se refleja tanto en mi salud financiera como en cualquier otro tipo de relación que establezca en mi vida.

    Es fácil caer en la trampa de medir el valor personal en función del dinero que se posea. Lo digo porque me ha pasado.

    Digo que es fácil porque cuanto más dinero tengas, más gustos podrás darte. Aquí es donde entra el trabajo personal que requiere tener ingresos.

    Recibir dinero es despertar nuestras pasiones y deseos más profundos. Lo que he podido observar en las personas de mi alrededor es que recibir la nómina (o cualquier ingreso) significa, además de pagar los gastos fijos pertinentes, una oportunidad de «darme el gustito que tanto deseo».

    Cada uno nos lo vendemos de una forma distinta. Sin embargo casi siempre es así. Es como si el dinero nos quemara las manos y fuera una necesidad gastarlo.

    ¿Qué ocurre si resistimos esas tentaciones? ¿Qué pasaría si trazamos una estrategia para conseguir nuestros deseos? Pues es aquí donde entra el trabajo personal que requiere ser autosolvente.

    Es un trabajo de tener la mente fría, de gestionar la frustración y la ansiedad de querer tener ya eso que tanto deseamos, así como errar en múltiples ocasiones para aprender y hacer las cosas diferentes en el futuro.

    Es un trabajo bonito que se puede extrapolar a cualquier ámbito de nuestras vidas. La relación con la pareja, con uno mismo, con una mascota, un familiar, un amigo, etc.

    Lo mejor creo que es siempre abrazar el proceso y entregarse a aprender. Hay errores los cuales tenemos que cometer para seguir aprendiendo, vivir en nuestras carnes aquello de lo que todo el mundo nos advirtió y seguir progresando.

    Esto es todo por hoy,

    Un abrazo.

  • Un concepto salvavidas

    Hay cosas que se describen con pocas palabras. El concepto de impecabilidad es una de esas cosas.

    En mis años de formación Gestáltica hice un taller llamado El guerrero interior, impartido por Rosa Creixell y Marián Quintillà, donde me encontré con el concepto de la impecabilidad, algo que llevaba haciendo toda mi vida pero que no fui consciente hasta ese momento.

    La impecabilidad no es más que actuar desde lo que tienes, con lo que eres aquí y ahora.

    Es decir, si tú ahora estás en tu 70% habitual, actúa desde ahí y no te exijas más que eso, porque con lo que eres en ese momento es más que suficiente.

    Qué liberador. Con lo que eres aquí y ahora es más que suficiente. Eres suficiente así como eres.

    La verdad que es un término que mola mazo, yo cuando nadaba lo usaba muchísimo. Si había entrenos en los que me encontraba fatal, al 10%, daba mi 10% y me centraba en trabajar sobre ese rendimiento, pues con eso ya estaba dando el 100% que tenía disponible en ese momento para entrenar.

    Lo guay está en que actuar desde la impecabilidad es un acto de humildad hacia uno mismo. Es dejar de lado el sentimiento de insuficiencia por saber que puedo hacer las cosas mejor de lo que lo estoy haciendo, y centrarme en hacerlas lo mejor posible en este preciso momento.

    La impecabilidad no es excluyente, y que ahora dé mi 10% no significa que en otros momento haya dado mi 90% o pueda dar mi 100% en un futuro. La impecabilidad incluye y me ayuda a reconocer mi estado actual, y a respetarme en aquello que me pase.

    Si estoy con mil cosas en mente, ya sea exámenes, trabajo, asuntos familiares, entrenos, etc. Actuaré lo mejor que pueda en esas circunstancias, independientemente de los resultados. Y cuando no tenga nada de eso, seguiré actuando lo mejor que pueda desde aquellas circunstancias que esté viviendo, y los resultados siempre serán diferentes.

    Recuerdo el taller que hice con mucho cariño, fue un taller del que a día de hoy sigo aprendiendo, y el cual me ayudó a encajar aquellas piezas del puzle que todavía no tenía acomodadas.

    Con esto y un bizcocho no me enrollo más.

    Gracias por leer.

  • Pensamientos

    Hoy me voy a tomar unos minutos para escribir todo lo que se me venga a la mente.

    Estas últimas semanas me he dado cuenta de lo difícil que me resulta a veces mantener mi compromiso ante la vida firme en épocas de tormenta.

    Puedo observar en mi vida cómo ha habido veces en las que me he mantenido firme en mis hábitos, en mi compromiso conmigo y en mis objetivos a pesar de las dificultades que se me presentaran.

    Asimismo veo cómo en ciertas ocasiones todo lo que creía tener construido flaquea, se tambalea y me lleno de dudas sobre si estaré siendo realista en mi cometido, sobre si me vale la pena o si me tengo que conformar con lo que tengo por lo difícil que me parece seguir mis sueños en esos momentos tormentosos.

    Creo firmemente en el eterno retorno, en que estoy condenado a repetir siempre lo mismo en mi vida.

    Me explico.

    Las tormentas son siempre las mismas, solo cambia la forma en las que las recibo en mi vida. Estoy «condenado» a repetir siempre los mismos patrones, y lo único que cambia respecto 5 años atrás es la forma en la que decido afrontar esos patrones.

    Hace 5 años puede que me cabreara con todo y me evadiera con el deporte, ahora tal vez opto por comunicar, observar o tratar de buscar formas creativas para afrontar esa situación. Aún así siento que mis problemas son en su raíz los mismos siempre.

    Es un tira y afloja constante entre sentirme capaz de actuar y hacerlo, o dejarme llevar por la vida y sus caminos. Un dialogo entre mis automatismos y mis ganas de actuar diferente.

    Lo paradójico de esto es que no hay ninguna opción mala ni buena, todo lo que suceda está bien en la medida que es lo óptimo en el momento presente para poder seguir creciendo.

    Cada batalla que gano a favor de mi salud y bienestar es un punto extra en la escala de dificultad de la vida para cuando me presente sus nuevas batallas. Es decir, la adversidad y el desánimo del presente son los maestros que me facilitarán las dificultades futuras cuando se presenten.

    Y no hablo de entender la victoria como acabar siendo el mejor posicionado, sino como ser capaz de aprender y reinventarme con todas las experiencias que viva. Alimentarme de lo que sea que me pase para dar lo mejor de mí.

    Por eso me gusta el teatro, puedo usar todo lo que me pase a mi favor.

    Entonces eso, las tormentas me cuestan, cierto es que cada vez las afronto con más facilidad que las anteriores, y no por eso soy inamovible.

    Aunque eso también mola, porque si hago recuento de mi historia de vida puedo ver cómo en ocasiones me mantuve firme y cómo en otras me tambaleé, y es el conjunto de esas situaciones las que me forman como hombre y me preparan para las experiencias venideras.

    Cambiando de tema, últimamente estoy inspirado, así que usaré a mi favor lo que me pase para seguir progresando en mi vida.

    Cierto es que el dinero es una gran calma para vivir, sin embargo hay procesos internos que encuentro que son aún más necesarios para saber disfrutar de la abundancia que vaya consiguiendo en mi vida.

    Es un camino de dentro hacia afuera.

    Un saludo.